En medio de la pandemia, iglesia ve un crecimiento masivo por medio de una mesera que aceptó a Cristo y comenzó a invitar a sus vecinos y compañeros de trabajo
Cuando se trata de la labor evangelística que realizan las iglesias, el COVID no discrimina. Presentó desafíos tanto a las mega iglesias como a las pequeñas congregaciones, a las iglesias urbanas y rurales, a las iglesias establecidas y a las recién plantadas, como la Iglesia Vida Victoriosa.
Un año después de la fundación de Vida Victoriosa, el plan del pastor Over Ochoa de conectar con la gente de Tioga—una comunidad de unos 1,200 habitantes en el condado de Grayson, a menos de una hora en automóvil de la frontera entre Texas y Oklahoma—se vio obstaculizado por la pandemia mundial. Las puertas a las que querían tocar estaban cerradas. Las conversaciones sobre Jesús que él y su esposa, Cristina, querían tener fueron, hasta cierto punto, silenciadas, ya que la gente limitó su exposición a cualquier persona fuera de su hogar.
“La pandemia creó todos los desafíos que se pueden imaginar para un plantador de iglesias,” dijo Ochoa.
Fue una experiencia frustrante para los Ochoa, que anteriormente habían visto al Señor hacer un trabajo rápido en lo que a menudo parecían circunstancias imposibles. Después de sentir el llamado del Señor a plantar una iglesia hispana en Estados Unidos mientras servía al Señor en su país natal, Colombia, Ochoa sabía que podría tomar años el proceso de obtener la residencia en Estados Unidos.
En lugar de muchos años, tardó uno.
La familia acabó aterrizando en McKinney y empezó a celebrar reuniones de oración en su apartamento. Poco después, empezaron a realizar un culto los domingos hasta que llegó tanta gente que el espacio se les quedó pequeño.
Aun así, el Señor ya estaba trabajando. Uno de los hombres que había estado asistiendo a la iglesia en el apartamento también cortaba la yarda en la Primera Iglesia Bautista (PIB) de Prosper. Un día, el pastor de la iglesia le dijo que la PIB de Prosper quería llegar al creciente número de hispanos en las comunidades alrededor de la iglesia, pero que no podían hacerlo porque nadie en la iglesia hablaba español con fluidez. El trabajador decidió poner a Ochoa en contacto con el pastor, quien, a su vez, puso a Ochoa en contacto con la Convención de los Bautistas del Sur de Texas para recibir formación y apoyo.
La colaboración dio como resultado la plantación de la Iglesia Vida Victoriosa en Prosper, que actualmente cuenta con unos 75 miembros y asistentes.
“A veces nos enfocamos en predicar a las multitudes. ero con sólo una persona que venga a Cristo, podemos ver multitudes venir a Dios porque esa persona puede traer a muchas más.”
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Soñando un nuevo sueño
Unos años después, Dios comenzó a poner en el corazón de Ochoa la visión de comenzar otra obra hispana. Una vez más, comenzaron a orar y a pedir la provisión y dirección del Señor. En poco tiempo, Ochoa recibió una llamada que consideró una respuesta milagrosa a sus oraciones. La llamada era de la Asociación Bautista de Denton, ofreciendo el uso de un templo abandonado para plantar la primera iglesia hispana en Tioga.
Parecía que el Señor había despejado todos los obstáculos para que la visión se hiciera realidad.
Y entonces el COVID dio un golpe, cerrando fuertemente todas esas puertas que los Ochoa habían planeado tocar. De rodillas, clamaron para que Dios les diera alguna oportunidad de hacer conexiones con los hispanos del pueblo. Se enteraron de que en el pueblo de al lado había un restaurante italiano que no había cerrado durante la pandemia y que empleaba a muchos hispanos. Así que fueron intencionalmente, buscando en oración oportunidades para compartir el evangelio.
Allí fue donde conocieron a Juanita López, una mesera que, según Ochoa, “tenía un ligero interés en conocer el evangelio.” Con ese pequeño rayo de esperanza, él y su esposa decidieron frecuentar el restaurante para almorzar y así poder hacerse amigos de Juanita y hablarle más de Jesús.
Durante dos años, compartieron intencionalmente el amor de Cristo con Juanita, hasta que un día ella aceptó a Cristo como su Salvador. En poco tiempo, Juanita estaba asistiendo a Vida Victoriosa e invitando a sus compañeros de trabajo a venir también.
“Llegó al punto en que todos los empleados aceptaron a Cristo en sus vidas y el dueño decidió cerrar los domingos porque todos querían asistir a la Iglesia Vida Victoriosa,” dijo Ochoa.
Hoy en día, alrededor de 45 personas asisten a la iglesia -muchos de ellos son compañeros de trabajo y vecinos de Juanita a los que comparte el evangelio de forma intencional y regular. Todos los sábados organiza barbacoas en su comunidad para invitar a los vecinos a la iglesia y, poco a poco, sus vecinos siguen sumándose a la familia de la fe.
“A veces nos enfocamos en predicar a las multitudes,” dijo Ochoa, “pero con sólo una persona que venga a Cristo, podemos ver multitudes venir a Dios porque esa persona puede traer a muchas más.”